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Llegamos bastante contentos hasta el aeropuerto de Amsterdam. Allí cogimos un tren que nos llevó hasta el centro; el viaje no fue muy agradable por cierta compañía embriagada que estaba de fiesta.
Llegamos, por fin, sin que nada malo ocurriera con esa panda de beodos, a Amsterdam. Allí, emprendimos un largo paseo con las maletas hasta nuestro hotel porque no había ni autobús, ni taxi, ni tranvía que nos pudiera acercar hasta allí, era día de fiesta.
Al día siguiente, viajamos en tren hasta Zaanse Schans, un pueblecito muy pintoresco en el cual tuvimos la oportunidad de ver por dentro un molino de pigmentos y colorantes y catar una gran variedad de quesos en la fábrica de quesos Catherine.
Una vez visto el pueblecito volvimos en tren a la estación central de Amsterdam donde cogimos otro autobús que nos llevó hasta Marken.
En Marken, comimos y después cruzamos en ferry hasta Volendam donde paseamos por sus calles y admiramos sus rincones fabulosos.
Una vez visto Volendam cogimos un bus hasta el centro de Amsterdam.